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LA SOBERANÍA DE MALVINAS EN EL DIARIO DE JOSÉ HERNÁNDEZ 1869.
Dr. César –Tato- Díaz

"Estar en contra del nacionalismo del país oprimido,
es estar a favor del nacionalismo del país opresor".
(V. Lenin)

Desde hace tiempo que los medios de difusión amplifican dispares enfoques acerca  de “Malvinas”. Lo paradójico, quizá no tanto, es que un  influyente grupo de intelectuales, ha optado por “desenmascararse” públicamente dando a conocer una declaración de principios –denominada “una visión alternativa”, cuyos argumentos discursivos débiles no alcanzan para defender su postura, porque como bien apunta F. Salvioli, profesor de Derecho Internacional Público de la UNLP, y alto funcionario de la ONU: “el documento parte de la idea de que ha sido el principio de autodeterminación el que ha fundado el país… nada más lejano a eso; la autodeterminación de los pueblos es simplemente enunciado recién en la Carta de Naciones Unidas (1945) en lo relativo a los propósitos, y se consagra como principio a partir de la Resolución 1514 de la Asamblea General de Naciones Unidas, en 1960 y precisamente para poner fin a situaciones de dominación colonial”. Otra defensa  a favor de la soberanía de las islas australes la brindó, en 1951, Arturo Sampay en un libro multidisciplinario publicado por la  UNLP. Este jurisconsulto afirmaba que: “el territorio sobre el que la Argentina ejerce su soberanía no la adquirió sobre una ocupación originaria de res nullus, sino que lo recibió en sucesión de España, con la demarcación correspondiente en virtud del uti possidetis juris de 1810”. Estas referencias jurídicas son sólo a título informativo, con la finalidad de recordar que la usurpación de los ingleses de 1833 no tiene atenuantes.
Es pretensión de este artículo demostrar que no existe un “nacionalismo  excluyente”
como afirma M. Sáenz Quesada, sino que en todo caso sólo se trata de argentinos así a secas, que no dudan ni por un instante que las Malvinas son argentinas por razones históricas, geográficas, políticas, en suma, por razones de soberanía que exceden, incluso,  a nuestro país, pues como se sabe en la actualidad se trata de “una cuestión latinoamericana”.
También se sabe que la soberanía de un país se la puede y debe defender de mil maneras distintas y, acaso, la más eficaz para configurar un imaginario colectivo sólido sea el periodismo. En tal sentido, consideramos útil sumergirnos en la historia para exhumar algunas experiencias periodísticas con el doble propósito de recordarlas, al tiempo que aprovecharlas para saber que la reivindicación de la causa de Malvinas tiene sus antecedentes mediáticos en el siglo XIX. Con tal fin, nos detendremos en la primera que fuera antes de la usurpación inglesa y, en la segunda, una vez concretada la injusta apropiación.
En 1829, Pedro de Angelis en La Gaceta Mercantil (1823 - 1852) había dado a publicidad dos notas referidas a la importancia estratégica de las Malvinas tal como oportunamente lo ha dado a conocer nuestro amigo el Dr. Alberto González Arzac (2008). En la primera contribución se podía leer que: “una de las medidas más importantes del gobierno actual ha sido la organización política y militar de las islas Malvinas y de los terrenos adyacentes al Estrecho de Magallanes”. En tanto, el suelto  siguiente refería que, su futuro gobernador, Luis Vernet: “había hecho una tentativa para explorar aquellas islas y en estos momentos se ha trasportado allí con su familia y con cerca de 40 colonos”.  Ambos artículos contenían una rica descripción que todo buen comunicador debe proporcionar a sus lectores, abundaban en detalles del clima, las características de los puertos, del suelo, sus distintas riquezas económicas  etc. tal como ocurriría en las notas publicadas en El Río de la Plata (6/8/1869 - 22/4/1870) cuarenta años después.Este diario tamaño sábana diagramado a siete columnas compartió el universo periodístico y el espacio público durante ocho meses, fue clausurado por el presidente Domingo F. Sarmiento por cuestiones políticas, dado que su director José Hernández militaba en las filas del caudillo entrerriano López Jordán. Contó con un  selecto grupo de colaboradores, tal como lo menciona F. Chávez (1973) “Guido y Spano, Agustín de Vedia, Navarro Viola, Vicente G. Quesada, Estanislao Zeballos, Cosme Mariño, Mariano Pelliza, Belisario Montero y Aurelio Herrera”.
Hemos elegido examinar la particularidad ofrecida por el diario orientado por José Hernández respecto a la colaboración de Augusto Lasserre (1826 – 1906), quien según
Vicente Cutolo fue un marino argentino, fundador de la ciudad de Ushuaia (12/10/1884) que formó parte de la flota de la confederación y, seguramente, de allí habría nacido la amistad con J. Hernández. De esta relación surgió un pedido del autor del Martín Fierro al marino, evidentemente, Hernández tendría un futuro proyecto periodístico –El Río de la Plata- cuando solicitó a su amigo, quien viajaría por cuestiones laborales, un bosquejo de las islas australes.
Este navegante respondió gustoso a la invitación narrativa: “cumpliendo con la promesa que Ud. me exigió en julio próximo pasado de hacerle la relación de mi viaje a las islas Malvinas, le envío las siguientes líneas, que quizás le ofrecerán algún interés, por la doble razón de ser ellas propiedad de los argentinos y de permanecer, sin embargo, poco o nada conocidas por la mayoría de sus legítimos dueños”. Esas nobles motivaciones obedecían no sólo a cuestiones  altruistas para con su compatriotas, sino que su actividad de hombre vinculado al mar le permitían justipreciar la trascendencia de los enclaves marinos en esa región: “…no quiero dejar pasar esta oportunidad sin deplorar la negligencia de nuestros gobiernos que han ido dejando pasar el tiempo sin acordarse de tal reclamación pendiente, y haciendo con esa imperdonable indiferencia más imposible cada día la integridad de la República
Argentina”. Posteriormente y, acaso, desconociendo que Sarmiento había impulsado desde su exilio la idea de que los territorios patagónicos fueran chilenos abrigaba la esperanza de que: “es de suponer que la ilustración del actual gobierno nacional comprenda la importancia de esa devolución que él se haya en el deber de exigir del de S. M. B. pues que esas islas por su posición geográfica son las llaves del Pacífico y están llamadas indudablemente a un gran porvenir”. Concluía su razonamiento con la clara noción que el cuarto poder no debía ahorrar esfuerzos en la insistencia e importancia del tema Malvinas: “a Uds. los de la prensa, es a los que compete llegado el caso tratar esa cuestión”.
En su segunda colaboración, explicitaría una observación interesantísima: en el archipiélago no existía la propiedad privada. Percepción que transmitiría a su interlocutor apelando al recurso de interpelaciones retóricas para conferir mayor contundencia a sus ideas:
“¿No sería acaso, amigo Hernández, esa medida restrictiva del derecho de propiedad, y esa aparente indiferencia sobre el adelanto material de tan importante colonia, causada por la inseguridad del porvenir? ¿No será esta una confesión tácita de su falta total de derecho a la posesión de esas islas? ¿No será que, previsores hasta en su política de invasión quand meme, ven, en un porvenir quizá no lejano, que la devolución de este territorio tiene que hacerse también quand meme a sus legítimos dueños, los argentinos, dueños doblemente, pues que era parte integrante del virreinato, cuando se declaró la Independencia argentina, y que no mediando tratado ni convención alguna, el Código Universal, el derecho de gente, declara dueños legales, natos, de las islas, a los estados más cercanos?”.
En la tercera y última colaboración Lasserre repasaba detalles de su viaje, deslizando
conceptos tales como: “muy pocos argentinos han permanecido en Malvinas después de la injusta ocupación inglesa. Los que aún existen allí no pasan de 20, todos ellos como empleados como peones o capataces en las estancias, para cuyo trabajo sobresalen de muchos de los extranjeros”. Por cierto, esta descripción motivó al propio director del Río dela Plata a efectuar consideraciones propias de un hombre comprometido con el bienestar y engrandecimiento del territorio que lo viera nacer.
A diferencia de algunos intelectuales de la actualidad, que por defender pretendidos derechos individuales convalidan el lacerante despojo inglés, el director del Río de la Plata escribía con la contundencia que la historia se encargaría de validar: “se concibe y se explica fácilmente ese sentimiento profundo y celoso de los pueblos por la integridad de su territorio, y que la usurpación de un solo palmo de tierra inquiete su existencia futura, como si se nos arrebatara un pedazo de nuestra carne. La usurpación no sólo es el quebrantamiento de un derecho civil y político; es también la conculcación de una ley natural. Los  pueblos
necesitan del territorio con que han nacido a la vida política, como se necesita del aire para la libre expansión de nuestros pulmones. Absorberle un pedazo de su territorio, es arrebatarle un derecho, y esa injusticia envuelve un doble atentado, porque no sólo es eldespojo de una propiedad, sino que es también la amenaza de una nueva usurpación. El precedente de injusticia es siempre el temor de la injusticia, pues si la conformidad o laindiferencia del pueblo agraviado consolida la conquista de la fuerza, ¿quién le defenderá mañana contra una nueva tentativa de despojo, o de usurpación?”. Esta extensa trascripción de la argumentación de J. Hernández tiene el objeto de contrastar con algunas de las actuales opiniones que circulan en detrimento de nuestros legítimos derechos sobre las islas.
Por último, deseamos mencionar la sorpresa que nos ha causado la omisión de esta
trascendente problemática argentina en el libro de T. Halperín Donghi (1985) dado que en el mismo se encarga de repasar la vida periodística del autor del Martín Fierro.

Más investigaciones de César -Tato- Díaz en  www.cesartatodiaz.com.ar

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