¿Chicos de la guerra o héroes de Malvinas?
“Los argentinos, especialmente no han podido olvidar que
se trata de una parte importante de territorio nacional, usurpada a merced de
circunstancias desfavorables, en una época indecisa, en que la nacionalidad
luchaba aún con escollos opuestos a su definitiva organización (…) El
precedente de la injusticia es siempre el temor de la injusticia, pues si la
conformidad o indiferencia del pueblo agraviado consolida la conquista de la
fuerza, ¿quién le defenderá mañana contra una nueva tentativa de despojo o de
usurpación?”. José Hernández sobre
Malvinas, año 1869.
La división mundial del trabajo establece
que las naciones periféricas deben ser una granja de producción agropecuaria y
que tienen que importar la manufactura para dar trabajo a los habitantes de las
metrópolis. La división mundial de la ciencia y de la cultura, condena a
los Estados del tercer mundo al subdesarrollo y a la importación de patentes e
innovaciones, cerrando la posibilidad de producción autónoma de conocimiento y
más aun, de saber articulado a la industria nacional. Claramente, las dos
divisiones mencionadas consolidan una tercera, que es la social y que
establece que los Estados del sur del planeta padezcan la desigualdad e
inestabilidad social crónica y permanente, para alimentar el nivel de vida del
primer mundo. Finalmente, hay una división mundial de la vida y de la muerte
que permite que algunos Estados tengan el derecho a asesinar a los habitantes
de otros pueblos. Las manos de Europa y de Estados Unidos están bañadas de
sangre y dichas potencias se caracterizaron por la ocupación e intervención
violenta en todo el planeta en guerras “ofensivas y defensivas” contra
el “fascismo, el comunismo, el terrorismo, la droga o por la democracia”.
Nuestro país fue víctima de esa división mundial de la guerra y la política
y el mismo día que tomamos posesión de nuestro territorio en Malvinas, las
potencias declararon el bloqueo económico, político y cultural al país y organizaron
la agresión y el asesinato de nuestros soldados. La ONU, la OTAN, la Comunidad Económica
Europea , los capitalistas y los comunistas, justificaron
públicamente y ante el mundo, por acción o por omisión, la agresión a la
Argentina por parte de Inglaterra. En la división mundial de la guerra que se
refleja y por ejemplo, en el cine de EUA, se puede matar a un supuesto
terrorista árabe, a un supuesto comunista latinoamericano, a un supuesto
narcotraficante latinoamericano, nunca a un supuesto demócrata europeo.
Perdimos la guerra en el año 1982 y la peor derrota no
fue la militar, sino que fue la
cultural. La derrota cultural frente a la agresión europea, fue
producto del neocolonialismo y de la tarea de persuasión ideológica sobre
nuestras clases medias y altas, ejecutada por los países centrales. Esa
dirigencia neocolonial y sus intelectuales, fueron los que ocultaron en
el patio trasero del país a los soldados cuando regresaron de la guerra en el
año 1982. Actualmente, se continúa
subestimando la acción de los combatientes que impidieron desembarcar y
tomar posesión en tierra a los británicos y a la OTAN por casi 3 semanas,
que destruyeron o averiaron 31 buques y 45 aeronaves y que ocasionaron,
según fuentes oficiales británicas, la muerte de 255 agentes enemigos, hiriendo
más de 700 de ellos[1].
Nuestros patriotas y pese a esa importante resistencia al enemigo ingles y a
las potencias aliadas, son denominados “chicos de la guerra” por los
intelectuales protagonistas de la desmalvinización.
En la reconstrucción oficial que impulsó el alfonsinismo,
solamente se menciona a Galtieri como el causante fundamental del conflicto y
se subestiman importantes elementos históricos para comprender la guerra del
Atlántico Sur, como fueron las acciones diplomáticas iniciadas desde 1833 por
Manuel Moreno, la resistencia del gaucho malvinense Antonio Rivero en 1833, las
opiniones de figuras como José Hernández, las gestiones del gobierno de Perón
iniciadas en 1946, el vuelo del Operativo Cóndor en 1966, los reclamos en la
ONU o las innumerables negociaciones frente a Inglaterra y las naciones del
mundo.
La guerra y siguiendo a los promotores de la desmalvinización,
fue solamente una especulación política de Galtieri. Según estos, no existió un ejército combatiente ni un
pueblo que le dio apoyo, ni tampoco acciones militares de envergadura por parte
de nuestro país, más allá del maltrato de los oficiales a los “chicos de la
guerra”. Se esconde a las nuevas generaciones, el sentimiento de apoyo
popular en el país que implicó y entre otras cuestiones, el soporte público de
la CGT y una movilización de más de 50 mil personas en las calles. Poco y
nada se dice a los jóvenes, que se produjeron masivas manifestaciones en el
continente latinoamericano durante la guerra y que y por ejemplo, el 2 de abril
de 1984 y pese a que Alfonsín sostuvo que la guerra “fue una aventura
incalificable”, se reunieron 4 mil ex soldados y 15 mil civiles que
arrancaron la estatua de George Canning y la tiraron al Rio de La Plata[2].
Otro rasgo característico de los debates sobre la guerra,
es que la severidad para cuestionar a los mandos argentinos, no se aplica para
criticar las atrocidades de los ingleses en los fusilamientos a soldados y poco
se dice de los maltratos que recibieron de los colonialistas que y por ejemplo,
los enviaban a sacar minas que explotaban el camino. Frente a la agresión
colonialista, no es frecuente mencionar que el desembarco nacional se ejecutó
sin cometer atropellos contra los habitantes y con la perspectiva de forzar una
negociación, que había sido negada por décadas por Inglaterra. No es frecuente
escuchar entre tanta “mea culpa por el atrevimiento argentino”, de que los
ingleses mataron, torturaron y constituyeron crímenes de guerra hundiendo al
General Belgrano en la zona de exclusión. La intelectualidad protagonista de la
desmalvinización, se siente cómoda denunciando los abusos de poder de los
militares argentinos y poco dice de las atrocidades del enemigo y de su
decisión de no negociar causando la muerte de los soldados.
Analizando las opiniones sobre la guerra, debemos decir
que no son los más de 600 muertos los que escandalizaron al alfonsinismo en
1983 y a los promotores de la desmalvinización. Por el contrario, el
problema profundo que tienen estos actores con la guerra y aunque no lo digan
públicamente, fue la existencia de un sentimiento de hostilidad al europeo por
parte del pueblo. Por el contrario, es interesante remarcar que la historia
del país se caracteriza por un constante derramamiento de sangre y que los
símbolos de importantes grupos de clase media, son la Batalla de Caseros y el
golpe militar 1955. Todo el aparato cultural liberal hace apología de la
violencia y los asesinatos de los caudillos federales y los trabajadores
peronistas y lo hace en nombre de la civilización europea y la democracia. ¿Por
qué no hay una mención a los “chicos de la guerra” que participaron
conjuntamente al imperio del Brasil, Inglaterra y a Urquiza en Caseros?, ¿por
qué no existió una crítica a los comandos civiles y a los “chicos de la guerra”
llevados por sus superiores para bombardear o asesinar niños y trabajadores en
1955?. Los intelectuales de la desmalvinización, sienten vergüenza de la
existencia de un sentimiento popular nacionalista que niega la posibilidad de
que el país se subordine a la “civilización” y que está dispuesto a combatir si
es necesario. A partir de aquí, que dicho sector es más permeable a apoyar los
asesinatos de trabajadores inocentes, que a reivindicar un combate contra los
agresores de un imperio europeo. La vergüenza y la negación que sienten de la
guerra de Malvinas muchos intelectuales, no se deducen ni de los muertos, ni la
derrota de la guerra, sino del hecho de atacar a representantes de la
“inmigración europea” que y tal cual sostiene el racista artículo 25 de la
Constitución nacional, nos proponemos fomentar. La constitución en su
artículo 25 y haciendo justicia con la historia, debería promover la
inmigración de Perú, de Cuba, de los Países No Alineados o de los miembros de
la UNASUR, que lucharon o que repudian actualmente, la acción de los ingleses
en Malvinas.
La historiografía que se escribió sobre la universidad
argentina, es un claro ejemplo del tratamiento de las muertes y los conflictos
militares que realizó el alfonsinismo en 1983. Actualmente, se continúa resaltando de manera positiva desde las
casas de altos estudios, el golpe militar de 1955 y se denomina “edad de oro de
la universidad”, a una institución que se organizó a partir de una cifra
cercana a los 400 asesinatos[3]
entre el bombardeo y los fusilamientos de 1956. Algunos intelectuales
universitarios, parecieran ser más proclives a justificar una intervención militar
contra civiles para defender la autonomía de la institución, que para enfrentar
al agresor extranjero en nuestros suelo. Incluso, con la agravante diferencia,
que en 1982 se buscó forzar una negociación con una ocupación militar que no
mató ni bombardeó a la población civil y que luego, por la negativa británica a
negociar, culminó en la
guerra. La hipocresía historiográfica de los alfonsinistas
que impulsaron la desmalvinización, es un síntoma del neocolonialismo y del
sentimiento de inferioridad que siguen padeciendo muchos argentinos.
La interpretación neocolonial del conflicto de Malvinas,
reniega del derecho del país sobre su suelo, desconoce la larga historia
anterior al conflicto y esconde la voluntad férrea y valerosa de nuestros
combatientes contra el agresor. El
ocultamiento de dicho sentimiento nacional antiimperialista, no es el primero y
tiene importantes antecedentes. En 1845 ganamos la guerra pese a la derrota
militar de la Vuelta de Obligado y finalmente, fuimos vencidos cuando a partir de
1852 aplicamos el programa liberal británico y francés en el Rio de La Plata.
Los patriotas muertos
al mando de Santiago de Liniers en las primeras invasiones inglesas o tras el
comando de Lucio Mansilla en Obligado, fueron humillados por nuestro sometimiento
al proyecto dependiente que le entrego la económica y el Estado al extranjero.
Lo que no pudieron hacer los cañones, lo realizó el neocolonialismo cultural
europeo y sus operadores que escribieron la historia oficial y que manejaron la prensa. Los soldados
murieron luchando contra el imperialismo, mientras los intelectuales
afrancesados y pro ingleses, entregaban nuestra economía al extranjero y
escribían a favor del agresor en las plumas de Esteban Echeverría o de Juan
Bautista Alberdi.
La sanción del feriado en homenaje a la batalla de la
Vuelta de Obligado, le va a permitir a las nuevas generaciones recuperar un
hecho falseado por la historiografía liberal, afirmando nuestra conciencia
histórica. Serán estas nuevas
generaciones, las protagonistas de una revalorización del conflicto de Malvinas
que muestre que al Atlántico Sur no viajaron solamente “chicos”, sino que
fueron y principalmente, soldados armados en defensa de la patria empujados por
el sentimiento popular histórico. La recuperación de la gesta de Malvinas no
tiene por qué desconocer los errores de preparación y de desarrollo de la
guerra o todo lo nefasto que fue el gobierno militar. Ahora bien y pese a eso, los
caídos en la guerra no son meras victimas, son héroes de Malvinas que lucharon
por terminar con una posición colonial británica dando cause a un sentimiento
profundo e histórico. La sangre derramada y la prepotencia imperial, demostró
la importancia estratégica de Malvinas que es una plataforma de la OTAN en
Atlántico Sur y una fuente de petróleo y de riquezas pesqueras para el
extranjero.
Malvinas es y seguirá siendo, una causa nacional contra
el imperialismo europeo que agredió al país en 1806, en 1838, en 1845 o en
1982. Vaya nuestro homenaje a los civiles y a los soldados que lucharon con la
pluma y con el fusil, defendiendo nuestra soberanía contra la prepotencia
inglesa.
marzo 2011
[1] www.malvinense.com.ar
[2] Ana Jaramillo (2010), Las Malvinas y la Unión Latinoamericana ,
EDUNLA, Lanús.
[3] Gonzalo L. Chávez (2005), La Masacre de Plaza de
Mayo, La Campana, La Plata.
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