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Malvinas y la Política Nacional Latinoamericana
                Por Emanuel Bonforti (sociólogo, UBA) y Dionela Guidi (socióloga, UBA)
Introducción acerca de una geopolítica imperial

Los primeros años de la conquista colonial en el continente americano, muestran a una España dueña de los mares a pesar de su atraso estructural  económico y el desmembramiento político de su territorio. Inglaterra corre de atrás en este proceso imperial, pero será atravesada por dos fenómenos que darán vuelta sensiblemente la hegemonía colonial hasta ese momento; por un lado un proceso de acumulación originaria. En lo político la burguesía inglesa logra desplazar a la nobleza en 1648 de las decisiones estatales. El corolario a este movimiento lo encontramos en Trafalgar, donde los británicos asestan de un golpe definitivo a la armada invencible.
El imperio inglés para su desarrollo tiene en mira las posesiones hispánicas, dentro de su concepción estratégica algunos puntos de estas regiones guardan una importancia vital, tales como las Antillas y el Atlántico Sur. Esto se suma a que el mayor esfuerzo por defender territorio por parte de España se concentraba en el Pacifico, con la cual la debilidad del Atlántico era evidente.
  La geopolítica nació al calor de las disputas imperialistas de las potencias por el control de territorios, entre ellos los coloniales, dado el desarrollo exacerbado de sus fuerzas productivas y las limitaciones geográficas que suponían sus respectivos Estados Nacionales. Estas disputas se convirtieron en verdaderas carnicerías con el acontecer de dos guerras mundiales antes de que promediara el Siglo XX. La necesidad de apoderarse de nuevas tierras hizo de la geografía un factor determinante en la expansión imperial, que como instrumento para poder concebir estrategias político-militares de dominación, dio origen esta disciplina.
  Los años de guerras civiles dentro de la Gran Nación Latinoamericana muestran a la metrópoli londinense socavar cualquier vínculo entre los miembros del continente. A través una política de equilibrio de poderes, generara rivalidades, alianzas coyunturales de acuerdo lo amerite la situación internacional, de ahí la política de balcanización que además de la búsqueda de parcelamiento territorial político y económico, estará orientada a afectar cualquier tipo de acción en conjunto por parte de las nuevas republicas.  La creación del estado tapón uruguayo es la nota paradigmática de este periodo: “Con el Uruguay, Inglaterra se aseguraba el desmembramiento de la zona del Atlántico Sur, y como reaseguro custodiaban discretamente las Malvinas” (Methol Ferré; 1967:55)

La mirada latinoamericana del conflicto a través del revisionismo

 La geopolítica, tal cual fue mentada, es inaplicable  a nuestros países latinoamericanos. Así como lo señaló Jorge Abelardo Ramos, ésta debe ser entendida como política nacional latinoamericana “que tienda a confederar política, económica y militarmente a los Estados desunidos de habla hispano portuguesa (…) Esta política debe fundarse en la comunidad lingüística y cultural, en la unidad religiosa, las vicisitudes comunes, en suma, una existencia histórica entrelazada” (Ramos;1982:152). No es la geografía, o la geopolítica la que debe guiar los destinos de América Latina, sino una política  de unificación aún irresuelta desde las luchas por la emancipación del Siglo XIX.
En este sentido, Malvinas como causa de la soberanía nacional latinoamericana y como ocupación ilegitima, pone sobre el tapete no solo el colonialismo en pleno Siglo XXI sino también su acepción económica, que nos remite a pensar cuán condicionada está nuestra defensa nacional si no rompemos la dependencia económica y la superestructura cultural-pedagógica que viene como un ancla con ella. Ya lo mencionaba el coronel Luis Vicat en una conferencia pronunciada en 1925 en el círculo militar: “Además de sus ramas armadas, la defensa nacional tiene fases como la económica, la industrial, la de los transportes,  y aún la fase de la educación patriótica y social (…) En contra de esta situación de absoluta dependencia extranjera es que debemos luchar, no por “xenofobia”, que no es más que un estúpido horror a los extranjeros, sino para no tener que tratar con ellos en condiciones de inferioridad” (Puiggrós; 1986:28).
Como escribió Juan José Hernández Arregui “un país que carece de independencia económica ha extraviado su nacionalidad, y en definitiva es parte devaluada de la nación más avanzada que lo ha incorporado a sus sistema de dominio, aunque le permita el simulacro de parecer una nación independiente” (Hernández Arregui; 2004; 70). El nacionalismo que debemos practicar los latinoamericanos, dada nuestra matriz semicolonial, es un nacionalismo que tienda a superar el aislamiento regional, para así poder enfrentar a los Imperios, que dotados de gran capacidad militar y una astuta diplomacia, han obrado en pos de la balcanización del continente. San Martín y Bolívar, comprendieron que en la unidad se encontraban la liberación de América Latina. Por separado, cada país sería sometido a las grandes potencias, y su suerte echada a la provisión de materias primas para los centros industriales.
Toda nuestra historia como país se desenvuelve en esta tensión entre sectores que pugnan por la independencia social, económica y política, y los sectores  que amarran nuestro destino a los designios coloniales, mientras detentan un poderoso capital económico y político producto de su posición en esa estructura dependiente.

Apuntes sobre las similitudes cipayas y soluciones continentales

Resulta tentador establecer puntos de contacto entre los momentos de mayor dependencia que soporto el país, la formación de su estado mayor y Malvinas. En 1982, resulta imposible encontrarse con aquellas imágenes del pueblo en armas expulsando a la colonia en las invasiones de 1806/7, mas aun con el genio militar de San Martin y su sueño de Patria Grande, o de los ideales democratizadores del ejército roquista[1], como tampoco no se podría mencionar las preocupaciones industrialistas de los hombres de junio de 1943, estos momentos muestran una notable empatía y una alianza estratégica entre el ejército y el pueblo.
El golpe de estado de 1976 ubica al ejército en custodio y garante de los sectores parasitarios y especuladores del país. Para llevar a cabo esta tarea acusa a cualquier resistencia y organización de delincuente subversivo y comienza una tarea de policía, estas prácticas empleadas por los “pro occidentales” de Videla y compañía se asemejan a las llevadas a cabo en el periodo despótico mitrista: estado de sitio, fusilamientos, masacres, persecuciones.
Aquel ejército mitrista formado por degolladores a sueldo que nunca tuvo un éxito militar y el único que consiguió fue patrocinado por el imperio británico, - la guerra de la Triple Infamia- y a costa de un endeudamiento sideral para las arcas nacionales, podría compararse fácilmente con la junta militar, a la cual la une además, con su par mitrista, un profundo rechazo hacia el pueblo, como también una alianza con el imperio de turno.
De estos ejércitos, enemigos de lo popular, jamás se podía esperar un mensaje como el de San Martín en Rancagua, en donde el General se encuentra presionado por las posiciones del Directorio. Dice Ramos en Ejército y Semicolonia: “Había dos caminos para elegir: o el ejercito se convertía en la policía de los comerciantes o se transformaba en el brazo armado de la revolución americana” (Ramos;1968:29)
De los Mitre/Elizalde o Tejedor, aspiraban a mantener los beneficios de la aduana a cualquier precio, ahogando toda posibilidad de desarrollo nacional. Algo similar ocurría con la pandilla de Martínez de Hoz. Retomando nuevamente a Ramos: “Ha luchado con tal éxito contra la burguesía nacional, que ha terminado por destruirla (….) ha logrado dejar sin trabajo a dos millones de obreros y ha obligado a los industriales a transformarse en importadores, financieros, estafadores” (Ramos;1968:422)
Ambos proyectos tuvieron sus letrados y universitarios al servicio del imperio. Mitre consiguió un empréstito por parte del gobierno inglés para solventar los gastos de la guerra contra el Paraguay, que tuvo a Norberto Riestra como principal gestor e intermediario entre la Baring Brothers y Mitre; mientras que la dictadura, tuvo en sus filas a uno de los abogados defensores más apasionados de las empresas inglesas: Nicanor Costa Méndez
El caso Malvinas nos lleva al lugar donde partimos, conquista, balcanización y dependencia. Poco se podía esperar de una junta que sostiene en 1981 que la Argentina se encuentra entre los dos o tres países blancos del mundo, en paralelo asistimos a un plan de erradicación de villas cuya población en su mayoría está compuesta por migrantes internos y por trabajadores de países limítrofes. Similar concepción tenia Mitre con respecto a América Latina: “La verdad era que las republicas  americanas eran naciones independientes, que vivían de su vida propia y que debían desenvolverse en las condiciones de sus respectivas nacionalidades, salvándose por sí misma” (Peña; s/mención de año: 209)
En las soluciones que plantea la junta, lejos estaba la posibilidad de una salida continental, por cuestiones de egos portuarios al estilo del mitrismo, pero también por aspectos ideológicos formados en la Doctrina de Seguridad Nacional. Sudamérica era para los genocidas el nido de la revolución y su vinculo era únicamente enviando expertos de contrainsurgencia en los focos revolucionarios de Salvador y Nicaragua. El Plan Cóndor es la muestra cabal de la sincronización entre los regímenes dictatoriales para aplastar las luchas de liberación nacional e implantar la hegemonía norteamericana.
Fue para la dictadura un revés la quita de apoyo que sufrió por parte del imperio estadounidense durante el conflicto. Con estos se desarticulaba el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca[2], que dejaba a los Estados Unidos amplias atribuciones en términos de defensa militar. Al desconocer tal tratado, apoya abiertamente al vetusto imperio inglés.
Ante tal experiencia, surge la necesidad de volver al punto de partida, es decir: “Somos un país porque no pudimos integrar una nación y fuimos Argentina porque fracasamos en ser americanos” (Ramos; 1986:15)
Malvinas es el ejemplo histórico y continental de que la única solución posible para su recuperación es la alianza suramericana. La Resolución 2065[3] habla del principio de soberanía y de la integridad territorial de los estados, dicha integridad viene de antes de los procesos de balcanización y persiste en la actualidad, es decir, tiene origen en el periodo donde fuimos una Gran Nación. Los avances colonialistas desgastaron ese sueño y Malvinas es su muestra, pero ante semejante atropello es bueno mencionar la Resolución 2621[4]la continuación del colonialismo en todas sus formas y manifestaciones es un delito
1982 es una lección a fuego, no solo para Argentina, sino para el continente, que la opresión imperial bajo diferentes banderas sigue de pie como hace tres siglos, pero la coyuntura nos muestra un futuro con cierta bocanada de confianza, producto de políticas en los diferentes países que afianzan los destinos políticos y económicos del continente.




[1] Norberto Galasso, retomando al historiador Rodolfo Terzaga, sostiene que es en la filas del Ejército dónde se van a insertar los sectores que quedan al margen del modelo agroexportador “que avanzaba con los rieles y la inmigración (…)y que encontraron  (antes de expresarse en el radicalismo) un partido o movimiento donde expresar sus reclamos y sus esperanzas. Terzaga sostiene que es el roquismo” (Galasso;2011:554)
[2] Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), también llamado Tratado de Río, es un pacto de defensa mutua interamericano firmado el 2 de septiembre de 1947 en Río de Janeiro. El área geográfica de acción del tratado, comprende a América y 300 millas a partir de la costa, incluyendo la región entre AlaskaGroenlandia, en el norte, y en la zona ártica hasta las islas Aleutianas. En el sur las regiones antárticas, y los islotes de San Pedro y San Pablo y la Isla Trinidad.
[3] Resolución 2065 ONU. El 16 de diciembre de 1965 la Asamblea General de la ONU aprobó la Resolución 2065 (XX). La resolución fue aprobada por 94 votos a favor, ninguno en contra y 14 abstenciones (Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Islandia, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal, Sudáfrica, Reino Unido, E.E.U.U y Australia)
[4] Resolución 2061 ONU. Año 1970. Resolución 2621(XXV), declarando que la continuación del colonialismo en todas sus formas es un crimen que viola la Carta de las Naciones Unidas, la declaración sobre la concesión de la independencia a los pueblos coloniales y los principios del derecho internacional. 

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