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Profundizar la emancipación para recuperar lo nuestro.
                                                                               Por Emiliano Campos

     En la discusión sobre Malvinas encontramos rotundamente cómo la estrategia británica recurre a sofismas blandos, escuálidos, y zonceras de todo tipo con ayuda de los cipayos de turno que desde la prensa nacional y los medios hegemónicos de comunicación multiplican esos malabares discursivos sin profundidad argumental. Malabares del lenguaje para explicar un proceso de facto, eminentemente ilegítimo, que solo se funda sobre un acto de fuerza imperialista. Detenernos excesivamente sobre la composición interna o el desenvolvimiento, la genealogía o la coherencia de esos argumentos, respondería más que a otra cosa a morder el anzuelo, a marearnos detrás de la pelota que mueve el usurpador, a dejarnos llevar cómo el burro detrás de la zanahoria.
    Hay una sola evidencia que viene al caso. Gran Bretaña es una potencia colonial, y como se desprende de ese dato concreto, la usurpación que ejerce sobre las Islas es ilegítima y violenta, pero real. Real por la fuerza, de facto. Reconociendo esto como primer paso inevitable, nos queda encarar estratégicamente las vías posibles para recuperar lo nuestro, es decir, recuperar nuestra soberanía sobre las islas. En este punto es preciso dar cuenta que los procesos de descolonización no se dan por el desenvolvimiento más o menos eficiente de la diplomacia; planteada como una especificidad en si misma que vendría a suplir las ineficiencias de la política. Ni tampoco porque al relevo de una coyuntura histórica colonial le corresponda, por si sola, otra de retroceso de los imperialismos, casi como una idílica era de acuario de la geopolítica. Los imperios no se retiran de sus colonias si no son corridos por una posición desfavorable en el equilibrio de relaciones de fuerza. Los imperialismos retroceden cuando los pueblos se ponen de pie articulados en un Estado fuerte y en crecimiento acelerado, progresivo. La diplomacia funciona si está respaldada del poder de la disuasión, que no es necesariamente beligerante, sino que implica que el Estado del cual la diplomacia es expresión de la política exterior, es un estado con espaldas suficientemente anchas para bancar las presiones  que sean a la hora de sentarse en la mesa de negociación, y de ganar posiciones en esa negociación. El caso de Hog-Kong es paradigmático al respecto, China recuperó la Isla en el marco de su acelerado posicionamiento como potencia emergente en Asia y el mundo; y no porqué un día las autoridades del Reino unido, despertándose sobresaltados, se percataron que sus almohadas estaban húmedas y que sus sensibles ojos, dando cuenta de lo que ocurría en sus caritativas almas, derramaban toda la noche lágrimas de pena por el botín arrancado al gigante Asiático.
     Es ahí, donde Malvinas nos interpela, desde su dolorosa actualidad de enclave colonial, a profundizar el proyecto de emancipación nacional que no es otro que el desarrollo industrial, fortalecimiento del mercado interno, revolución tecnológica y cultural con acceso para todos, con más ampliación de ciudadanía y derechos sociales.                  Recuperar las Islas y realizarnos como Nación con soberanía política, independencia económica y Justicia Social; son aspectos implicados el uno con el otro. Si fracasamos en esta oportunidad de realizar nuestra revolución inconclusa, no recuperaremos la soberanía sobre nuestras Islas Malvinas.
     Ese territorio extremo, usurpado por una potencia colonial representa una poderosa llamada de atención, también, sobre el futuro inmediato latinoamericano. La urgencia de profundizar los procesos de conformación de un poderoso bloque regional con una responsable política de defensa que pueda cumplir llegado el caso, con la defensa de nuestros recursos naturales en una coyuntura donde las hipótesis de conflicto ya no nos hacen mirarnos con recelo entre nosotros, países hermanados en un doloroso pasado colonial y la expectativa esperanzada de un futuro de emancipación definitiva, sino estar alertas frente a la acechanza de las potencias imperiales en sus ansias de recursos energéticos y naturales.
     Los siguientes son, a mi entender, algunos puntos a tener en cuenta a la hora de puntualizar la especificidad de esta avanzada en el atlántico sur, y delimitar en lo concreto el momento de tensión caracterizado por la crisis de los países capitalistas centrales y el agotamiento de los recursos naturales:
     Por un lado la insistentemente denunciada militarización y nuclearización de la zona de conflicto por parte del Reino Unido. Esto se ha evidenciado en la profundización de los ejercicios militares en las islas; ejercicios que desoyen cada una de las resoluciones de la ONU al respecto.
     Militarización a la que responde el reciente envío de una de las naves más equipadas de la Marina Británica, a modo de intimidación y provocación. En relación a esto el canciller Timerman  en el marco de la Cumbre de Seguridad Nuclear que se desarrolló en Corea del Sur,  se refirió al envío de un submarino británico con capacidad para portar armas nucleares a Malvinas, zona que fue declarada libre de armamento nuclear por hallarse en el marco de una disputa territorial. Todo lo que se recibió como respuesta de parte de las autoridades británicas fue la afirmación de que “el Reino Unido no informaba sobre los movimientos de su armamento nuclear”. Sin embargo en 2003 el gobierno británico admitió que algunos buques de la Fuerza de Tareas que operaron durante la guerra de 1982 “contaban con armamento nuclear, las cargas nucleares de profundidad WE177, que no fueron desarmadas de los buques al momento de la partida de la flota hacia el Atlántico Sur”.
     Para completar las elipsis que el laconismo inglés va sembrando al tiempo que remilitariza la zona, puede realizarse un breve repaso de este despliegue y de los objetivos estratégicos para los cuales se realiza, echando una mirada al documento que la Subcomisión de seguridad y defensa del parlamento europeo publicó en Marzo de 2009"The Status and Location of the Militaru Installations of the Members States of the European Union and their Potential Role for the European Security and Defence Policy" (dirección en Internet: <http://www.europarl.europa.eu Meetdocs. Donde se postulan las bases Británicas en el Atlántico Sur, incluida la base de Malvinas, cómo “potenciales direcciones para una proyección de poder”, ¿Hacia donde?: Hacia la Patagónia argentina,  el sur de la Península Antártica y hacia las Islas Georgias y Sandwich del Sur. Todo esto, por supuesto, en nombre de la defensa integral de la Comunidad Europea frente a posibles amenazas terroristas, o como ahora diría Cameron, “prepotencia colonialista” de la periferia Sudamericana.

     Por otra parte se viene profundizando la campaña exploratoria de petróleo en las Islas, al tiempo que se ha oficializado por parte de la Empresa Shell, la extracción de 150 mil barriles diarios de crudo que se planifica alcanzar progresivamente hacia 2018.
     Es evidente que la política argentina de recurrir a presentaciones legales contra las empresas que realizan estas operaciones comerciales ilegales en el territorio usurpado se da de golpes con la petulancia imperial británica. Hace unos días apenas la Cancillería informó que coordinará un grupo de trabajo integrado por la Procuración General de la Nación y la del Tesoro Nacional, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) y la Secretaría de Energía, en función de desarrollar una estrategia legal contra las empresas petroleras, logísticas y financieras que intervienen en la exploración hidrocarburífera sobre el área marítima de las Islas Malvinas. Mientras que paralelamente a esto, el Ministerio de Relaciones Exteriores inició cinco expedientes administrativos ante la AFIP, contra las empresas: Argos, Rockhopper, Desire, Falkland y Borders & Southernalvinas.

     Los 30 años de la Guerra por las Malvinas, nos interpelan, entonces,  más que nunca antes como Nación a pararnos frente a la evidencia de que el imperialismo sigue con un pie puesto sobre el suelo sur de nuestra América, justito ahí, en las Malvinas. La evidencia de que más allá del desenvolvimiento más o menos exitoso de las tratativas y pormenores de la diplomacia, recuperar la soberanía sobre Malvinas implica seguir refundandonos como Nación en función de un proyecto propio, fuerte, soberano y sostenible. No es por la buena voluntad de las potencias que recuperaremos esa tierra nuestra, sino por el peso que Latinoamérica como potencia emergente y soberana tenga o pueda tener a la hora definitiva de sentarse a la mesa de negociación.
     Esos 30 años de la guerra, y la continuidad de la ocupación nos ponen frente a frente con la actualidad, nunca tan presente, de la amenaza Imperialista. Nos pone frente a lo que el imperialismo fue y es capaz de hacer. Ayer en Malvinas y Argel, en el Congo y Vietnam y Nicaragua. Más cerca en el tiempo, casi a la vez que Cameron llamaba a la argentina país colonialista y bregaba por la autodeterminación de los que están por la fuerza y son colonos ingleses aunque delicadamente se les de el nombre de los líquenes que crecen en las piedras de las islas (Kelp); casi ahora mismo, hace un minuto, caían las bombas británicas sobre Irak, Afganistán, Libia. Quebrando con el fuego y la metralla, el derecho de autodeterminarse de cada uno de esos pueblos. Cómo en el pasado lo quiso hacer tras el desembarco ingles en Quilmes y no lo pudo. O como no lo pudo tampoco tras la gloriosa gesta de la Vuelta de Obligado. En un caso y otro se encontraron, la ansiedad colonialista Inglesa y europea y la voluntad de emancipación Americana.

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